Soy musulmana y mi primer viaje al extranjero fue a Israel.

Siempre pensé en viajar al sub-continente indio, la casa de mis antepasados para el primer viaje que hiciera al extranjero, sin embargo, por una amiga escuche de una oportunidad única, un viaje pagado al Estado de Israel.

Las últimas vacaciones de invierno, empaqué mis maletas para ir a la Tierra Santa. Estaba por participar en un paseo educacional con un grupo de 37 estudiantes de varias universidades, dirigido por “The David Project”.

Antes de mi viaje, quería unas cosas para el paseo: tener una idea clara de la nación, explorar mi conexión personal con la tierra y descubrir oportunidades y tener mi propio espacio. Después de que regresé de Estados Unidos, reconocí que identificaba una conexión espiritual, un ejemplo a seguir y una visión para la paz.

Desde que llegue a Tel Aviv, Israel, percibí un sentido familiar. El aire olía y se sentía como el sur de California. Fue aquí donde nos dijeron que Israel está lleno de 7 millones de distintas opiniones. Después de nuestra estancia en Tel Aviv, viajamos a Cisjordania y después al pueblo árabe de Barta´a. A lo largo del camino, descubrimos el matiz y la complejidad de Israel. El paisaje iba cambiando constantemente, por lo que teníamos las cámaras a la mano en todo momento.

Después emprendimos nuestro camino hacia el Mar de Galilea en el norte, y pusimos mucha atención a las clases de Jesús de desprendimiento, perdón y amor.

Moviéndonos más hacia el norte, pasamos por los Altos de Golán, cerca de la frontera con Siria; cerca de nosotros estaba un hospital para las víctimas de la guerra civil de Siria.

Posteriormente fuimos al Valle del Jordán, pasando por Jericó, una de las ciudades más antiguas del mundo y terminamos en el Mar Muerto, el punto más bajo del planeta. Los últimos días del viaje estuvimos explorando Jerusalén; aquí es donde más pude aprovechar.

Jerusalén es la casa del Muro de los Lamentos, La Iglesia del Santo Sepulcro y la Cúpula de Oro. la coexistencia religiosa decora el horizonte de la ciudad. Un viernes, después del rezo de la tarde, visite Haram-al-Sharif, la casa de la Cúpula de Oro y la Mezquita al-Aqsa. Caminé hacia el sitio sagrado donde el domo se asomaba como su fuese el sol. En cuanto entré, sentí como si ya había estado ahí antes. Vinculando mi mente, cuerpo y alma recé en el tercer lugar más sagrado según la tradición islámica. Después vi la roca donde se cree que el Profeta Mohammad ascendió al cielo para encontrarse con Dios y en el judaísmo, donde Abraham iba a sacrificar a su hijo Isaac. Ya había anticipado este momento, y ahora está ahí.

Más tarde ese mismo día, nuestro grupo visitó el Muro de los Lamentos en Shabat. Una escena de celebración y comunidad nos encantó a todos. De haber tenido una experiencia individual en Haram-al-Sharif y después hacer una transición a una experiencia de festejo en comunidad en el Kotel, me embarqué en un paso espiritual único. Una hermosa comparación del islam y el judaísmo, pensé yo.

Claramente había descubierto una conexión divina. Además me recordaron de la coexistencia religiosa cuando viajé a la Cúpula de Oro y al Muro de los Lamentos el mismo día. Reconocí lo importante que es para los musulmanes la tierra sagrada, así como para los monoteístas. Adicionalmente presencié a gente de todas las religiones y antecedentes descubrir una conexión. Después de haber encontrado mi espiritualidad en la antigua ciudad, nos encontramos con un individuo, que después para mí,  sería un ejemplo a seguir.

Una noche, nos encontramos con Forsan Hussein para cenar; un musulmán que alguna vez fue el Director Ejecutivo de Operaciones de la Asociación Cristiana de jóvenes en Jerusalén. Durante la visita, Hussein habló sobre la paz, solución y esperanza. Desglosando el conflicto en los términos más simples, describió el objetivo de seguridad de Israel y la lucha por la libertad de Palestina. Dijo que estos eran los objetivos principales, sin embargo, cada uno es independiente. Por primera vez, escuché el conflicto en estos términos; Israel y Palestina dependen uno de otro.

Además, Hussein habló acerca de su identidad. Él nos dijo que es un palestino-israelí. Espera mantener su cultura palestina,  pero se considera un ciudadano israelí. Hussein describió como los valores judíos son valores que él comparte. Yo también me sentí así. Un estado judío es capaz de satisfacer las necesidades de sus diversos habitantes. Sin embargo, como dijo Hussein, las cosas deben cambiar; se debe hacer más para integrar a los palestinos en un estado judío.

Se deben hacer transformaciones en ambos lados. Hussein explicó como la educación podría cambiar la forma de pensar de cada grupo acerca del otro. Junto con la educación, la interacción entre ambos grupos debe tener lugar. Cuando uno no ha visto al otro y no conoce al otro, la situación se complica. Afortunadamente, la educación está bien plantada tanto en el judaísmo como en el islam. Adicionalmente, la interacción y bondad también tienen mucho que ver.

Yo había encontrado a mi ejemplo a seguir. La plática de Hussein me quitó el aliento y me dejó pensativa. Con la plática él demostró fuerza, seguridad y estrategia. Fue ahí cuando le pregunté qué lo mantiene motivado. Él siempre recuerda a su padre como una persona trabajadora, pero hoy en día su hijo Adam es lo que lo motiva. Ahí es cuando me di cuenta que todos debemos estar motivados para tener esperanzas; debemos imaginar cómo se vería la paz.

El último día en Jerusalén fuimos a visitar el Hospital Hadassah, donde pude observar un futuro de paz y unión. Cuando llegamos nos dijeron que el único enemigo del hospital es la enfermedad. Otra vez me recordaron de cómo los judíos y los musulmanes compartimos los mismos valores. Recuerdo cuando hablé con mi amiga judía Lea y como hablamos acerca de la pasión de nuestros padres por la medicina, tratamientos y cuidado por los demás.

En el hospital, árabes y judíos trabajan juntos con oportunidades iguales para todos. El hospital fue un microcosmo de lo que espero se convierta Israel; espero que la democracia de Israel esté bien. Adicionalmente, en un futuro, espero haya un estado para Palestina que tenga el mismo concepto y esté acompañado por líderes fuertes y justos, comprometidos con la paz. Deseo ver la aceptación de los árabes en un estado judío y la aceptación de los judíos en un estado Palestino.

En el Hospital Hadassah los pacientes se curan. Así que de alguna forma el conflicto se puede curar también. Fue aquí donde tuve una visión de cómo se vería la paz; mientras tanto espero la cura.

En mi viaje tuve una conexión espiritual, conocí a mi ejemplo a seguir y conceptualicé un futuro con armonía. Vi a Israel como Israel, con todas sus complejidades y matices. En mi regreso esperaba poder compartir mi experiencia conceptual, la importancia de la educación e interacción y que la paz sí es posible.

Mientras tanto en Israel y Palestina en proceso de sanación debe comenzar. Después de un desastroso y tormentoso verano de guerra, Gaza debe sanar, los soldados israelíes se deben recuperar, el odio y la violencia que surge en la región no ayuda a los planes de paz y negociaciones. Claramente se deben aplicar otras técnicas. Se debe pensar en soluciones creativas sin olvidar los aspectos que tenemos en común.

Durante mi estancia en Israel me negaba a aceptar que nuestros valores son diferentes y que la paz no era posible. Presencié las similitudes de nuestros valores y la compatibilidad de nuestra naturaleza. Debemos renunciar al miedo y tener esperanzas. Haciéndolo, la coexistencia estará cada vez más cerca.

Gracias a todos en “The David Project” por haberme dado esta oportunidad tan especial.

Aisha Subbhan, Estudiante y editora en UC San Diego.