Mientras miles de ucranianos huían de su desgastada patria, la Organización Médica Hadassah organizó rápidamente una misión médica humanitaria para viajar al campo de refugiados de Przemyśl en la frontera entre Ucrania y Polonia, donde establecieron una clínica médica en cooperación con la Organización Mundial de la Salud, NATAN. Worldwide Disaster Relief y las autoridades sanitarias polacas. Quince delegaciones rotativas de Hadassah, incluidos médicos, enfermeras e incluso un payaso médico, brindaron a miles de refugiados tratamiento médico y un oído compasivo. En las últimas semanas, Hadassah International (HI) reclutó equipos médicos voluntarios adicionales de hospitales asociados y organizaciones médicas en Argentina, Chile, México, Polonia y Suiza para trabajar en la clínica.
“Muchos de los refugiados”, explica el director ejecutivo de HI, Jorge Diener, “no recibieron el tratamiento médico adecuado en su difícil viaje a Polonia”. Una de esas refugiadas fue Alexandra, una niña de 10 años, que entró cojeando a la clínica con un dolor terrible. Hacía dos meses que sufría de una uña encarnada que le provocaba una inflamación grave en el pie que le impedía apoyarse en él. Alexandra llevaba semanas llorando prácticamente sin parar.
“La madre nos dijo que nadie quería operar a la niña en las condiciones complejas y no rutinarias del campo de refugiados”, relata el Dr. Omer Or, cirujano oncoortopédico de Hadassah, que cumplía su primer turno en la clínica. cuando conoció a Alexandra. Después de examinarla, se dio cuenta de que era imposible posponer más el procedimiento quirúrgico.
El Dr. Or continúa: “Recolecté el equipo apropiado que teníamos en la clínica, gracias a las donaciones recaudadas de los seguidores de Hadassah en todo el mundo. Preparé un campo estéril y, no menos importante, les expliqué a la niña y a sus padres lo que iba a hacer”.
El Dr. Or realizó el procedimiento quirúrgico bajo anestesia local y vendó el área para mantener un ambiente estéril. Le dio antibióticos a Alexandria para prevenir una infección postoperatoria.
“El momento más increíble para mí”, recuerda el Dr. Or con una sonrisa, “fue cuando los ojos de la niña se llenaron de lágrimas tan pronto como terminé la cirugía. Ella y su madre no dejaban de agradecerme el tratamiento que finalmente, después de meses, detuvo el fuerte dolor en su pie”.
Tres días después, Alexandra volvió a la clínica para hacerse un chequeo. El sitio quirúrgico se veía genial; estaba sanando bien.
“Te recordaremos por siempre, por el resto de nuestras vidas”, le dijo la madre de Alexandra al Dr. Or. “Usted se acercó y nos ayudó cuando más lo necesitábamos cuando nuestra hija ya no podía soportar el terrible dolor. No vimos ninguna luz al final del túnel. Muchas gracias, Dr. Omer. Su amabilidad seguirá acompañándonos en el camino que nos espera en el futuro. Eres una inspiración”.