Por primera vez en Israel, dos niños de cinco y seis años que nacieron sin dientes lograron hablar, masticar comida sólida y sonreír nuevamente gracias a los implantes dentales que les realizaron profesionales multidisciplinarios de la salud en la Escuela de Medicina Dental de la Universidad Hebrea de Hadassah.
El tratamiento, un esfuerzo conjunto entre el Departamento de Pediatría Dental, el Departamento de Cirugía Oral y Máxilofacial y el Centro de Rehabilitación Máxilofacial está disponible en muy pocos centros médicos en el mundo. Los niños padecen displasia ectodérmica, una extraña enfermedad genética con una incidencia de 7 casos en 1000, que afecta el tejido que produce la capa superior de la piel, la ectodermia. La enfermedad se caracteriza por la ausencia de uñas, dientes y glándulas sudoríferas así como cabello muy delgado.
Por lo general, la práctica médica más frecuente ha sido esperar hasta que el niño sea mayor y sus tejidos y huesos se estabilicen antes de realizar cualquier implante. Debido a que la enfermedad afecta en muchos niveles, tanto fisiológicos como psicológicos, impidiendo que los niños puedan hablar bien, masticar con facilidad o relacionarse de manera adecuada con sus compañeros, los expertos consideraron que era urgente intervenir en una etapa previa.
Los niños se sometieron primero a un chequeo clínico detallado, y a una evaluación radiográfica para determinar la ubicación y el tamaño de los implantes, y asistieron a una cita con el Prof. Joseph Shapira, jefe del Departamento de Pediatría Dental, para determinar cuestiones relacionadas con la operación, antes de que el Prof. Rafael Zeltser, Jefe del Departamento de Cirugía Oral y Máxilofacial ajustara y colocara los implantes en sus mandíbulas. Cuando se fijaron los implantes y los niños se fueron acostumbrando a ellos, el Dr. Eyal Terzi, Director del Centro de Rehabilitación Máxilofacial colocó las prótesis de apoyo de los implantes por el período de ajuste requirió de un trabajo continuo y mucha paciencia para lograr los resultados estéticos y funcionales deseados, pero la clara mejoría de la apariencia de los niños, la capacidad de respuesta para comer y su interacción social confirmaron que el proceso de rehabilitación había sido un gran éxito.