Agencia AJN.- En medio del conflicto cotidiano entre palestinos e israelíes, casi como un oasis en medio del desierto, hay otro mundo, el mundo de la convivencia, y eso ocurre todos los días en el Centro Médico Hadassah. En el marco del 70 aniversario del Estado de Israel, la Agencia AJN tuvo la oportunidad durante varios días de visitar y conocerlo. Voces, personas e historias sin duda son los protagonistas de un ejemplo único que le valió la nominación para el Premio Nobel de la Paz en el año 2005. Eso fue por la igualdad en el suministro de tratamiento médico, por ser un modelo ejemplar de cooperación y coexistencia, como lo refleja la diversidad étnica y religiosa de su personal médico y pacientes, y también por la perseverancia de los hospitales en la construcción de puentes para la paz a través de sus actividades médicas a pesar de la Intifada.

La Agencia AJN fue privilegiada en conocer otra de las caras de un Israel pujante que lo convierte en la famosa Startup Nation, entre la ciencia, los avances científicos y la convivencia entre palestinos, israelíes y musulmanes.

Víctor Kukali es palestino y hace 18 años trabaja en el Hospital Hadassah de Jerusalem. El encuentro con Víctor fue casual. Ocurrió en la cafetería del cuarto subsuelo donde funciona el piso antiatómico de la Torre Davidson en el edificio Ein Kerem del hospital. Hace poco tiempo se lo adaptó y funciona como área de quirófanos. Ese cuarto subsuelo tiene el tamaño del estacionamiento de un shopping: es inmenso y ahí funcionan todos los quirófanos del hospital. Es verdaderamente impactante, por sus dimensiones y por estilo innovador.

Funcionan simultáneamente 13 quirófanos que van desde 55 a 83 metros cuadrados de tamaño cada uno, dependiendo de su uso, con las más altas tecnologías en todas las especialidades. Llama mucho la atención enterarse que nada es fijo, que todos los equipamientos quirúrgicos son movibles. Salvo la iluminación, el resto se guarda y se retira en un gran depósito llamado garaje. Resulta asombroso ver a los médicos y ayudantes retirar el equipamiento necesario según la operación que van a realizar. Claro está que esto ocurre por tratarse de un refugio antiatómico, que requiere rapidez ante una urgencia o alarma. Los equipamientos móviles garantizan y facilitan una rápida respuesta para dejar ese cuarto subsuelo en el lugar seguro para toda la población hospitalaria ante un eventual ataque.

Los quirófanos tienen la particularidad de ser enormes, con pasillos de 5 metros de ancho y todo a la vista. Prácticamente no se ven paredes, lo que le permite a uno observar todo lo que está ocurriendo en cada operación, desde cirugías menores hasta operaciones de corazón abierto o columna hechas por robots, algo que Hadassah muestra con orgullo por ser la primera en el mundo en hacerlo.

Víctor es camillero de quirófano, vive en Beit Lejem (Belén) y posee pasaporte palestino. El encuentro con la Agencia AJN fue en la pequeña cafetería de la particular sala de espera, fuera del gran quirófano. Ahí se observa a todos juntos, a los médicos, los pacientes en recuperación, ayudantes, enfermeros, camilleros y, lo más llamativo, es ver a los familiares. Prolijamente colgadas y preparadas para su uso, se puede observar las clásicas pequeñas alfombras que utilizan los musulmanes para sus rezos. Dos de las cuatro esquinas en diagonal estaban ocupadas por dos familias palestinas, la otra esquina del piso ocupada por una familia judía ortodoxa, más cerca de la puerta, un cura acompañando a una familia y, por último, dos musulmanes arrodillados en pleno rezo. Al vivir esa experiencia, se puede sentir que el Hospital Hadassh es el Arca de Noé de nuestro tiempo.

“Soy el primer palestino que trabaja en el hospital Hadassah”, aseguró Víctor. “Vengo cada día desde Beit Lejem y tengo un permiso especial, el cual renuevo cada seis meses, y una vez por año debo renovar mi permiso de trabajo del Ministerio de Salud de Israel”. Al comienzo del encuentro, no estaba muy convencido de hacer la entrevista, pero una compañera de Víctor, la española Esther Perel, insistió y ayudó en la presentación. 

Lentamente comenzó el diálogo, donde alguna incomodidad inicial marcaba claramente que no se estaba frente a la clásica entrevista. No era fácil para él contar su historia.

“Empecé en el año 2000 y hoy tengo 52 años. Soy enfermero de sala de operaciones hace más de 30 años y culminé la escuela de enfermería en 1986. Era la única escuela que pertenecía al Ministerio de Salud de Israel en Ramallah y gracias a eso logré ingresar a trabajar acá. Claro que hice el examen oficial del Ministerio de Salud de Israel en 1986 y trabajé en los territorios hasta después de los Acuerdos de Oslo, en 1993”, recordó.

-¿Cuál fue el comienzo de esta historia que termina con usted trabajando en el Hadassah?
-Cuando estuve en el Hospital de Beit Jala conocí muchos médicos judíos que venían para casos especiales, y ahí empecé a imaginar y tenía la idea en mi cabeza de que yo podía llegar a trabajar acá. Hoy para mí esto es un avance laboral y el nivel de trabajo aquí es mejor que en los territorios.

-Observarlo a usted, ver musulmanes, palestinos y judíos ortodoxos juntos aquí rezando por sus seres queridos enfermos, hace pensar que esto es aire fresco y una realidad distinta a la que vemos fuera del hospital.
-Creo que el hospital Hadassah es el sitio donde se puede transmitir un mensaje de paz. Es el lugar donde le podemos decir a todo el mundo “nosotros podemos trabajar, vivir y estar juntos”. Al principio tenía temor, más que nada en cómo iban a tratarme, y así pasaron los meses y luego años y ya estoy en esto. Hace 18 años que estoy aquí.

-¿Cómo observa la actitud de sus hermanos palestinos cuando vemos el fuerte conflicto y la violencia por parte de ellos hacia Israel? 
-Es una idiotez todo aquel que piensa que tenemos que arrojar a los judíos al mar o aquel que cree que nosotros (los palestinos) tenemos que irnos a vivir a otro lado.

-Pero esto de venir a trabajar a Israel seguro que no fue para usted, tomar esta decisión hace 18 años, realmente había que tener valor…
-La verdad es que cuando empecé tenía miedo, realmente había problemas, estaba la Intifada. Recuerdo que por 40 días no pude salir de mi casa, los tanques israelíes habían rodeado la zona. Éramos voluntarios como cuerpo médico y sabíamos que un tanque había atacado a un vehículo, había una persona con mitad del cuerpo adentro y la otra afuera y no pudimos llegar a él, queríamos llegar y el tanque no nos dejaba pasar, nos ordenaba en árabe no avanzar. Ya habían pasado 58 minutos, los conté en mi reloj, esperando para poder asistirlo. Al final el tanque se retiró, pero la persona ya estaba muerta cuando llegamos. Esto no significa que con este relato quiero transmitir odio, pero lo que digo es suficiente. Hay otros caminos y no se trata solo de lanzar misiles y que el otro dispare, al fin de cuentas quien tiene más armamento siempre va a ganar.

-Hábleme de su familia.
-Espero la Navidad y Pascua para que mi familia reciba autorización para poder ingresar a Jerusalem y así podamos pasear. Ahora lo recibieron y vamos a poder pasear juntos por Tel Aviv y Jerusalem. Créame que no es sencillo observar Jerusalem desde el otro lado de la verja, la cual estoy totalmente en contra de la misma, aunque entiendo que hay una razón por la cual la instalaron.

-Con tantos años de trabajo aquí en el Hadassah, supongo que recordará alguna anécdota para compartir.
-En 2003, cuando entró el ejército de Israel con tanques a Beit Lejem, yo trabajaba aquí en Hadassah. Recuerdo que un soldado israelí fue ingresado junto a un joven palestino. Los ingresamos y les tocó las camas 15 y 16, increíblemente uno al lado del otro. El mismo equipo médico los atendió en Terapia Intensiva.
El soldado israelí era de Beer Sheva (una localidad al sur del país), es decir lejos de Jerusalem. Como no era cerca, su familia llegó y se quedó aquí en el hospital. Lo mismo ocurrió con la familia del joven palestino, también vinieron y se quedaron y recuerdo que trajeron comida. Entre ambas familias no había relación. Entonces los palestinos invitaron a la familia judía a comer.
Se sentaron todos juntos en el piso, comieron juntos y conversaron juntos. Ninguna de las dos familias sabía que sus familiares internados se habían enfrentado minutos antes como enemigos. Cuando entré y vi esa escena, esa situación, esa imagen realmente fue muy fuerte para mí. Después se saludaron y ahí quedó la cosa. Se distanciaron, pero lo que vi ahí fue humanidad. Lejos de la guerra y el conflicto.

Articulo tomado de Agencia AJN.

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